Aquí estoy, escribiéndote desde la habitación de mi hotel en la Riviera Maya, con mi maleta cerrada y con el ordenador como única compañía, mientras espero que se acerque la hora de mi vuelo.

Han sido días largos, pero no me arrepiento de nada.

Me embarqué en esta aventura para descansar y, aunque no he parado un segundo, me siento renovado.

Mis amigos no paraban de repetirme que los clientes no podían esperar, que me iban a correr, que cuidara el trabajo y no viajase justo ahora.

No me malinterpretes, amo lo que hago, vivo para que otros puedan materializar sus sueños.

Por eso no miento si te digo que esto también lo he hecho por ellos. Merecen mi mejor versión. Y no dudo que sea esta: un hombre que ha disfrutado de la Riviera Maya.

Ha sido un arrebato, por primera vez en mi vida no he planificado nada y me he dejado llevar por los consejos de las hermosas personas que conocí aquí mismo. Que me han comprendido muy bien, a pesar de que mi español no es el mejor.

He atravesado semanas duras, durmiendo y alimentándome mal, y gastando fortunas en especialistas que no pudieron dar con el origen de las migrañas, por eso he decidido priorizarme y embarcarme en este viaje por la Riviera Maya.

Podría haber escogido un pequeño apartamento, o una casita frente al mar, que las hay hermosas. Pero el hotel me pareció a la medida de este viaje.  No quería ocuparme de nada más que de levantarme por la mañana y dejarme llevar por la aventura.

Desembarque en la Riviera Maya

Confieso que, al descender del avión, aún no estaba seguro de haber tomado la decisión correcta, pero, con el correr de los días, tuve la confirmación de que no podría haber sido mejor.

No tenía una idea muy clara sobre las cosas que hacer en Riviera Maya, más que echarme a disfrutar del sol, pero no me han faltado planes.

La gente de aquí es fantástica. Cálida, amigable, muy bien dispuesta a ayudarte con todo lo que necesitas, incluso abierta a recomendarte los mejores lugares para recorrer cuando, como yo, no sabes muy bien qué es lo que estás buscando.

En Puerto Morelos me he dado el gusto de pasear a caballo (no lo hacía desde hace más de 20 años) y de oír música en vivo.

Y en Playa del Carmen he disfrutado de un cenote spa (tienes que verlo, es increíble). Allí he probado tratamientos milenarios mayas y he escuchado historias de este pueblo maravillándome como si fuera un niño.

Tampoco ha faltado el entretenimiento nocturno. Los restaurantes de la Quinta Avenida son el lugar perfecto para hacer amigos si viajas solo. Y degustar la sopa de lima del restaurant de Santi ha sido tocar el cielo con las manos.

Disfrutar de la vista de este pueblo me ha dado tanta paz. Ahora entiendo el auge del turismo en la Riviera Maya. Lo tiene todo: sabores, aromas, personas y espectáculos que llenan los ojos (y el corazón).