David y Lucas hicieron una promesa. Una de esas promesas que se hacen cuando el mundo se siente callado y frágil, justo después de despedirse de su madre. Cada verano harían un viaje juntos. Solo ellos dos. Solo para ser hermanos.
Pero, como muchas promesas, la vida se interpuso en el camino. Hasta que un correo inesperado convirtió su sueño de verano en una realidad.
“Siempre estábamos ocupados con el trabajo o tratando de pagar las cuentas. El agotamiento se fue acumulando y la promesa poco a poco quedó sepultada entre correos y recordatorios en el calendario. Verano tras verano se escapó.”
Pero cuando David abrió su bandeja de entrada y vio una oferta exclusiva para miembros a Madrid, todo cambió. Era un viaje accesible, fácil de reservar y, por primera vez en años, podían hacer realidad su promesa. Ya no había excusas. Hicieron sus maletas y partieron rumbo a Madrid, una ciudad que se convertiría en un puente entre recuerdos del pasado y nuevas experiencias.
Llegaron a España a finales de junio, cuando las calles de Madrid brillan doradas y el tiempo parece detenerse en sus plazas.
Madrid es un destino veraniego como ningún otro. Con su clima mediterráneo templado en junio, los días son cálidos y las noches frescas, perfectas para pasear por el Palacio Real, el Parque El Retiro o la Gran Vía. Su vibrante cultura se complementa con una gastronomía inigualable. Las calles están llenas de bares de tapas donde se puede disfrutar de delicias como patatas bravas y jamón ibérico, acompañadas de vinos de clase mundial.
Madrid es una ciudad que respira arte. Desde el mundialmente famoso Museo del Prado hasta el Museo Nacional Reina Sofía, los visitantes están rodeados por las obras de los grandes maestros de España: Velázquez, Goya, Picasso y Dalí.
“Nuestra madre, Hannah, era maestra de arte. Por ella nos convertimos en arquitecto y diseñador gráfico. Queríamos dedicarle este viaje, a ella y a su legado: despertar la pasión por el arte en los demás.”
Durante su estancia en la capital española, David y Lucas se sumergieron en la riqueza cultural de la ciudad. Pasaron días enteros recorriendo el Museo del Prado, admirando pinturas que contaban historias de siglos pasados, y explorando el arte vanguardista en el Reina Sofía, donde se detuvieron frente al Guernica de Picasso, un símbolo de paz y emoción.
“Caminamos sin parar, recorriendo museos. Probamos tapas y vinos, pero el momento más emotivo del viaje, sin duda, fue presenciar una auténtica ópera flamenca.
Fue una presentación tan intensa que sentimos que capturaba el espíritu de nuestra madre.”
“Fue un momento mágico en el que entendimos que… un viaje como este no borra el dolor. Pero deja espacio para la alegría. Y eso también importa.”
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